Es el pan nuestro de cada día.
Señores; con alto EGO. No me impresionan. He aprendido, a respetar, hablar con propiedad, educación y decir lo qué pienso. Sobre todo, insistir en que me dejen hablar. Estan por todas partes, en todos los sectores. Evidentemente, también existen mujeres, con ese nivel de incomprensión. Cuando lo vives en tus propías carnes. Alucinas. Y te planteas, cuidado; hasta aquí. Punto y aparte.
De nuevo me he tenido que enfrentar. Burocracía, administrativos; por suerte algunos, y algunas; muy competentes. También lo reconozco.
Ocurre a diarío. Dios, que pereza...
Hoy con un profesional, que en primera instancia, me deja clara, su opinión. MIRE USTED. NO ME VOY A RENDIR.
Empieza por faltar al respeto. Criticando mi poca experiencia, en relación a la abogacía. Está clarísimo. No tengo ni idea. Tengo otra profesión. Por eso, acudo a USTED SEÑOR abogado. Me repite varías veces, que estoy perdida. Cierto. Y usted...
He reaccionado a tiempo. Ni cinco minutos. Para mostrar mi postura. Exigir mis derechos. Y ser escuchada.
Usando mi herramientas, llevando la conversación hacia mi interés. Tengo todo muy claro. Y de este camino, no me aparto.
No me apetece seguir con las observaciones. Estaba mas desorientado que yo. En su propio despacho, en su oficina. Me sentido tan cómoda, cuando me ha pedido disculpas. Siempre lo digo; hablando se entiende la gente.
Le necesito, y mi lucha es constante. Ha pasado el SR, de no querer hacer nada. A realizar hasta mis trámites. Incluso algunos que no le pertenecen, en este caso.
Ha reconocido, haber estado muy frío y distante. Bueno, eso lo entiendo. Pero faltas de educación 0, se lo ruego.
Jamás he escuchado, a un abogado hablar de otros clientes. De su familía.. Denota soledad, Y yo como siempre, empatizo. Y charlamos sin más.
No permitas que nadie, te menosprecie.