Subimos en el coche. De vez en cuando te hacías notar. Estabas algo desorientado. Temeroso, desconfiado. Intenté calmarte, lo conseguí. El viaje fue corto.
Llegamos a casa. Inmediatamente te saqué del transportin. No tardaste ni un segundo en esconderte. Tu hogar fue durante algunos momentos, la parte trasera del sofá. Te respeté. Ofrecí toda mi paciencia. Todo el tiempo que necesitaste; era para ti. En menos de una hora, ya me seguías. Me buscabas. Te adecué todo lo posible la casa.
No querías comer, ni beber. Sin embargo pronto usaste el baño. Seguidamente, empezaste a curiosear por toda la casa. A investigar. A sacar tus propias conclusiones, sobre tu nuevo hogar. Te asomabas en todos los sitios altos. Poco a poco te fuiste adaptando. Sin grandes problemas. La verdad que fue muy fácil.
Descubrí que estando a tu lado, comías mas tranquilo. Fuimos ganando confianza. Nos fuimos conociendo. Hasta que acabaste en mi cama. Buscando mis caricias.
Te lo permitiré poco tiempo. Pero resulta que eres superobediente. Sigues mis pasos. Y aceptas mis palabras. No puedo estar más orgullosa.
He de ir a trabajar. Temo dejarte solo. A mi vuelta me encuentro todo lo había dejado. Que más puedo pedir... Te encontré de nuevo detrás del sofá. Aun así cuando abrí la puerta ya me recibiste con todo tu cariño. No te separas de mi ni un segundo. Eres tan cariñoso. Tan pesadito. Me gusta. Pues entiendo que me necesitas. Como yo a ti. Tus ronroneos, tu dulce amasar. Tu carita. Tus ojos. Lo dicen todo. Veo que eres feliz.
Me satisface haberte encontrado.
CONTINUARÁ.
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