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domingo, 19 de mayo de 2013

INESPERADA NOTICÍA.

Y sigue la infaancia de María, y sigue creciendo. Y van pasando los dias y las noches. Va pasando la infancía de la dulce niña. Ella intenta quedarse con los mejores recuerdos, los mejores momentos vividos. Intenta olvidar algunos hechos, y estoy casí segura de que lo consigue.
Intenta recordar lo más bonito, lo más significativo. Dentro de su escudo interior, muestra una clara dulce y amable cara hacia los demás.
Es entonces cuando María teje una tela de araña a su alrededor, una capa protectora para que nada ni nadie le haga daño. María vive encerrada en su silencio, cree que es la manera de no sufrir daño, de no molestar a nadie, de que no surjan esos temidos demonios.Se autoconvence a sí misma, de que si actúa en silencio, nadie ni nada será capaz de atormentarla. Y se deja llevar, sólo por sus hermanos mayores. Y se convierte en una niña tímida.
Ella intenta recordar esos días de colegio. Donde sus profesoras la hacían sentirse bien. Recuerda en su pequeña mente, a esa niña con su batita rosa a rayas, con sus dos coletitas. A esa niña jugando en el patio. A esa niña frágil que algunos conseguían proteger, entender, incluso querer.
Y María intenta recordar los buenos momentos, sobre todo los relacionados a su PADRE; y recuerda bastantes. Y eso le sirve para hacer más fuerte su caparazón. Y se engaña a sí misma, pero al menos es feliz, pensando que su padre la quiere.
Y una de las anécdotas que felizmente recuerda María es:
Una víspera de reyes cuando ella empezaba a tener dudas sobre la existencia de los REYES MAGOS DE ORIENTE, en su casa del pueblo, en ese largo pasillo, surgieron tres seres. Eran los REYES MAGOS!
Ni siquiera se atrevía a respirar, sabía que no debía salir de la cama. Pero recuerda que la curiosidad la consumía. Y sus hermanos  le decían no mires. Pero ella los vió, sí realmente eran los REYES.
Y esa noche María dice que durmió como si de un ángel se tratara, durmió ansiosa de que llegara la mañana, para ver que le habían traído los REYES. María recuerda ese día como uno de los más felices de su vida.
Y yo intuyo que su PADRE y dos amigos de él tuvieron algo que ver. Pero me parece precioso que fueran capaces de hacer felices a esos niños.
Indudablemente quiero cerrar este capítulo, pensando que Maria en ocasiones era feliz.
Feliz, sí. Feliz incluso un día que en su vida aparece una noticia inesperada. Ella recuerda a duras penas a su MADRE embarazada. Pero un buen día llega a casa un pequeñin. Y todos se alegran de la llegada. Y todos lo celebran, todos lo admiran con atención. Incluso Maria se hace participe de la alegría que fluye en su família.
Pero no puede evitar ver a su MADRE, otra vez sufriendo. Cansada MADRE, cansada de trabajar, de criar a sus hijos, de entregarse al máximo. De obedecer a su marido, también se cansa, aunque no lo dice. María ve a su madre luchando por todo y por todos. María no consigue ver a su MADRE feliz.
La MADRE le explica que todo está bien, intenta hacer que MARIA participe del recién llegado. Y María acata órdenes, para satisfacer a su madre. Y cuando la ve tan cansada, María intenta ofrecer su diminuta ayuda. María no comprende porqué su madre está triste. Y más adelante lo descubre. Su madre tenía razones para no sentirse bien; había perdido a una hija; melliza de ese niño nacido.
Y claro otro jarro de agua fría cae sobre María; cuántas desgracias acontecerán en su famiía. Una familía que intenta ser feliz.
Nunca se supo lo que ocurrió con esa niña desaparecida.
María empieza a vivir a la sombra de su madre, en todo lo que puede, en todo lo que una niña puede alcanzar. Intenta ayudar a su madre, para que no trabaje sola. Y Maria aprende pronto ha hacerse cargo de responsabilidades no adecuadas a su edad. Pero ella lo asume por complacer a su madre.
Y María recuerda los llantos de su hermano pequeño, recuerda oírlo en las noches largas y frías de invierno, MARÍA recuerda, obserar en la oscuridad como se hacía su madre cargo del niño. Y cuando Maria se aseguraba de que el niño estaba tranquilo, ella también se dormía plácidamente. Y si María veía a su madre despierta, ella sin que nadie lo supiera esperaba a ver a su madre dormida. Se pasaba algunas noches en vela, pensando que velaba por su hermano y por su madre. Y eso la atormentaba, no la dejaba descansar. Pero era algo superior a ella.
Por eso entiendo que María reflejara esos ojitos de mirada triste y profunda, y esas ojeras; no adecuadas a su edad.

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