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viernes, 3 de mayo de 2013

MI HERMANO A.

UF, de mi hermano A, tengo muchas cosas que recordar. Mi hermano A, ha sido mi gran compañero de juegos. Ha sido mi aliado, mi cómplice, he sido el baúl de sus secretos, ha sido mi protector, ha sido mi hermano A, para muchos el PALOMINO.
De él recuerdo verle lleno de vida, rebosante de felicidad. Mi hermano era mi hermano, me hacía sentir bien, feliz, contenta, me sentía abrigada con él. De él recuerdo tantas travesuras, recuerdo tantos accidentes, y le recuerdo siempre sonriendo a la vida; valiente ante cualquier peligro. Aventurero, dió más de un disgusto a mis padres. Pero es que  mi hermano A, era así, era la VIDA. Era un niño que rebosaba energía, que desbordaba con su imaginación, que agradaba a todo el mundo. De esos niños que transmitía la NIÑEZ en su plena infancia, de esos niños que no pasaban desapercibidos. Porque eran tan guapo, tan rubio, tan gordito, tan sano. Era tan mi hermano A. Mi hermano era tán simpático, tan mono, tan bicho, era así mi hermano A.
Y con  él jugué mucho en mi pueblo natal. Y él aún me recuerda cosas de nuestra infancia, se lo agradezco.
Y no puedo dejar de emocionarme, porque a mi hermano A, LO QUIERO CON TODA MI ALMA.
Que no puedo hacer distinción entre mis hermanos; eso está claro. Aunque es inevitable dejar no salir mis sentimientos con respecto a mi hermano. Por todo lo que viví con él. Mi hermano me inició en toda mi infancia, me dió a conocer todo lo posible por descubir, y siempre estuvo a mi lado, para que nada me pasara.
Y reconozco que en alguna ocasión sufrí algún disgusto, compartido con él. Pero su gran energía y sus grandes dones de vitalidad, lo curban todo, todo, todo.
Y recuerdo como mi padre nos construía juguetes, con la ayuda de mi hermano J, y los más pequeños disfrutábamos a nuestro antojo. A pesar de que mi hermano A, siempre era el primero en probar los artílugios, seguidamente me dejaba espacio a mí para que pudiera disfrutar tanto o más que él.
Porque yo era la nena, y mi hermano A se reía de mí, pero a mí no me importaba. Pues con él me lo pasaba mucho mejor, genial.
Y cuando nos trasladamos a BARCELONA, él estaba entusiasmado, y a mí me lo contagiaba.
Y ahí empezamos nuevas andaduras. Todas ellas en su totalidad. Y otra etapa de mi vida, en la que mí hermano A, estuvo presente en todo momento.
Y a mi hermano le agradezo muchísimas cosas. Le agradezco ante todo ser mi HERMANO ANTONIO,
le agradezco su acompañamiento en mi crecimiento, le agradezo sus burlas, sus insultos, sus bromas.
Le agradezco dejarme jugar con él a juegos de niños. A soldaditos, a batallitas. Y también le agradezco llevar alguna herida de esas grandes aventuras. Por que las llegué a disfrutar como una niña feliz.
Y con mi hermano A, aprendí a patinar. Con esos patines de cuatro ruedas de hierro, y cojinetes. Aprendí a montar en bicicleta, aprendí a conducir MOTO. Con mi hermano A aprendí todo lo referente a la niñez, que después te inicia en la vida adulta.
Y descubrí mi adolescencia junto a él. Y en ningún momento me dejó de lado. Y le encantaba mandarme ha hacer recados, pero a mi también. Yo me sentia orgullosa de obedecer a mi hermano A, me sentía orgullosa de que me necesitara. O a lo mejor de que me utilizara, pero a mi me encantaba. Además sabía pedir las cosas tan amablemente.
Por todo esto y más, que contaré en otro escrito: GRACIAS HERMANO ANTONIO.

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