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viernes, 17 de mayo de 2013

MARÍA ENTRE DOS MUNDOS.

María siente en ocasiones que es feliz. O al menos eso se imagina. María no sabe si su mundo es real o imaginarío.
Pero recuerda que era bonita, que llevaba coletas, que la vestían bastante bien. Y recuerda que se sentía guapa; sobre todo cuando se lo decía su hermana. Y recuerda que en alguna ocasión sus hermanos le hicieron alguna foto. Probablemente porque se sentían orgullosos de ella. Y recuerda una foto en particular delante de su casa. Que le hicieron más o menos sobre los 7 añitos. Ella vestía una faldita como de terciopelo en color crudito, un jersey clarito y unos buenos mocasines. Y en la foto sale muy guapa, con el sol reflejado en su cara. Y ella apenas puede abrir los ojos, y minimamente se denotan las ojeras. Por eso María considera que en esa foto está guapa. Y siente a la vez que es un poco importante. Porque todos la admiran, al menos en ese instante.
Aunque después de ese momento todo vuelve a la normalidad. En su casa todo coge el mismo ritmo. En su casa todo fluye como a diarío. En su casa no se respira aire puro. No se consigue respirar tranquilidad.
En su casa existen demonios, díficiles de ocultar. Salen normalmente cuando alguien está enojado. Salen a demostrar que hay peligro, salen a atemorizar y a la vez salen a prevenir. Es una mezcla tan explosiva, que ni siquiera los hermanos mayores alcanzan a comprender. Es una mezcla tan explosiva, que a los pequeños se les asemejan ÁNGELES.
Esos ángeles invaden los sueños de María, y ella se convence de que están con ella. Esos ángeles la protegen, esos ángeles existen. María quiere creer que más que demonios aparecen ángeles.
María recuerda como su madre, antes de acostarla le recitaba una oración:
ANGEL DE LA GUARDA, DULCE COMPAÑÍA, NO ME DEJES SÓLO NI DE NOCHE NI DE DÍA.........
Y la mamá de María se lo hacía repetir todas las noches; antes de irse a dormir. Y María se aprendió de memoría esa oración y la llevó consigo por el resto de los días. Y María recuerda como se arrodillaba ante su cama, rezaba y luego podía conciliar más o menos el sueño.
Siempre y cuando no apareciera ningún demonio.

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