Pero recuerda que era bonita, que llevaba coletas, que la vestían bastante bien. Y recuerda que se sentía guapa; sobre todo cuando se lo decía su hermana. Y recuerda que en alguna ocasión sus hermanos le hicieron alguna foto. Probablemente porque se sentían orgullosos de ella. Y recuerda una foto en particular delante de su casa. Que le hicieron más o menos sobre los 7 añitos. Ella vestía una faldita como de terciopelo en color crudito, un jersey clarito y unos buenos mocasines. Y en la foto sale muy guapa, con el sol reflejado en su cara. Y ella apenas puede abrir los ojos, y minimamente se denotan las ojeras. Por eso María considera que en esa foto está guapa. Y siente a la vez que es un poco importante. Porque todos la admiran, al menos en ese instante.
Aunque después de ese momento todo vuelve a la normalidad. En su casa todo coge el mismo ritmo. En su casa todo fluye como a diarío. En su casa no se respira aire puro. No se consigue respirar tranquilidad.
En su casa existen demonios, díficiles de ocultar. Salen normalmente cuando alguien está enojado. Salen a demostrar que hay peligro, salen a atemorizar y a la vez salen a prevenir. Es una mezcla tan explosiva, que ni siquiera los hermanos mayores alcanzan a comprender. Es una mezcla tan explosiva, que a los pequeños se les asemejan ÁNGELES.
Esos ángeles invaden los sueños de María, y ella se convence de que están con ella. Esos ángeles la protegen, esos ángeles existen. María quiere creer que más que demonios aparecen ángeles.
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ANGEL DE LA GUARDA, DULCE COMPAÑÍA, NO ME DEJES SÓLO NI DE NOCHE NI DE DÍA.........
Y la mamá de María se lo hacía repetir todas las noches; antes de irse a dormir. Y María se aprendió de memoría esa oración y la llevó consigo por el resto de los días. Y María recuerda como se arrodillaba ante su cama, rezaba y luego podía conciliar más o menos el sueño.
Siempre y cuando no apareciera ningún demonio.
María, dulce niña.
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